
Un estudio internacional, del que participaron especialistas del CONICET y del INTA, demostró que en regiones con gran impacto humano se produce un déficit en la diversidad potencial de especies del reino vegetal.
Las grandes tecnológicas presionan por flexibilizar la legislación sobre propiedad intelectual dejando desprotegidos a millones de creadores por una injusticia estructural.
Información General06 de mayo de 2025 Por Juan Santiago*Vivimos un momento bisagra: la inteligencia artificial avanza a pasos agigantados y promete transformar todos los sectores de la economía, desde la medicina hasta la educación; pasando por la industria creativa. Pero mientras la narrativa dominante gira en torno a la innovación, la competitividad y nuevas habilidades, una pregunta incómoda comienza a hacerse cada vez más fuerte: ¿cómo manejan las empresas de IA los derechos de autor? ¿Estamos ante una revolución tecnológica o frente a una apropiación sin reglas?
En los últimos meses, gigantes como Google OpenAI han presionado al gobierno de Estados Unidos para que clasifique el entrenamiento de modelos de IA con obras protegidas como “uso justo”. Su argumento es geopolítico: limitar el acceso a esos contenidos ralentizará el avance tecnológico del país y lo dejará en desventaja frente a potencias como China. Una jugada que suena a pragmatismo, pero que tiene mucho de conveniencia.
El doble estándar es evidente: Google, por ejemplo, pagó más de 12 mil millones de dólares por las patentes de Motorola en 2011. Entonces, ¿por qué la industria tecnológica está dispuesta a pagar cifras millonarias por algunas formas de propiedad intelectual, pero pretende usar gratuitamente el trabajo de artistas, escritores y músicos?
La Unión Europea exige mayor transparencia: quiere que las empresas informen qué datos usan para entrenar sus modelos. La respuesta ha sido el silencio o la negativa. Si el proceso fuera verdaderamente justo y ético, ¿por qué tanta opacidad?
Este escenario plantea un dilema profundo para los creativos. La IA llegó para quedarse. ¿Se adaptarán los creadores o quedarán rezagados? ¿Y quién se encarga de acompañarlos en esa transición? Mucho se habla de reconversión laboral, pero poco se hace para garantizar que los desplazados encuentren un nuevo lugar.
El concepto de "uso justo", que debería proteger la transformación y el comentario crítico, se está forzando hasta límites peligrosos. Según el Stanford Copyright & Fair Use Center, el uso justo implica una reutilización transformadora que aporte algo nuevo. Alimentar algoritmos con obras preexistentes, sin consentimiento ni compensación, difícilmente califica como tal.
Casos recientes lo ilustran con crudeza. Studio Ghibli se vio envuelto en una polémica por tráilers generados con IA que imitaban su estilo. Incluso el CEO de OpenAI, Sam Altman, publicó un avatar hecho con esa estética. La artista Karla Ortiz, quien inició demandas contra generadores de imágenes por violación de derechos, fue tajante: “A estas empresas simplemente no les importa el trabajo de los artistas”.
El silencio de los gobiernos también preocupa. La falta de regulaciones claras y contundentes deja a los creadores a la intemperie. ¿Quién protege su trabajo? ¿Quién pone límites al uso indiscriminado de su talento?
Hay caminos posibles. Algunas iniciativas, como Fairly Trained, apuestan por modelos entrenados de manera ética, con consentimiento explícito. Otros creadores experimentan con herramientas de IA en sus procesos, aprendiendo a integrarla como aliada, no como enemiga. Pero esta transformación solo será sustentable si se construye sobre principios justos.
Spotify no incorpora música sin pagar licencias. ¿Por qué la IA no debería hacerlo? Si las grandes tecnológicas quieren jugar en serio, deben empezar por reconocer el valor de lo que usan. La innovación no puede ser una excusa para el saqueo.
La cuestión no es solo económica. También es geopolítica. Si pocos países concentran el desarrollo de IA, los demás dependerán de sus reglas y precios. La soberanía digital se convierte así en un tema central del siglo XXI.
Si no equilibramos el juego, corremos el riesgo de hipotecar el futuro creativo. Y sin creatividad, no hay verdadero progreso. Si las empresas quieren invocar el “uso justo”, primero deben demostrar que juegan limpio. Porque de lo contrario, estaremos construyendo una jaula brillante con las llaves en manos ajenas.
Acerca de Santex
Santex es una empresa de tecnología que prioriza a las personas y tiene impacto global. Durante 25 años, ha brindado soluciones disruptivas que dan forma directamente a las empresas y al mundo. Como socio elegido por personas visionarias ansiosas por dejar su huella, es reconocido por su profesionalismo en la entrega de soluciones con una excepcional puntuación NPS de 86 (el doble del promedio de la industria) lo dice todo. En 2024, ha sido reconocida como una de las empresas de mayor crecimiento en Estados Unidos, integrando el listado Inc. 5000, tras acreditar un crecimiento del 164% en los últimos 3 años.
Además, tiene un fuerte compromiso con las prácticas empresariales sostenibles y ha sido carbono neutral durante 3 años consecutivos. En 2022 Santex creó la Fundación Tecnología conPropósito, una organización sin fines de lucro que busca mejorar la calidad de vida de las personas a través de programas de educación e inclusión tecnológica. Y en 2023 recibió el premio Nuevo Paradigma Empresario otorgado por AmCham en el marco de sus Premios Ciudadanía Empresaria, por su visión de marcar el camino en lo que respecta a innovación y colaborar con otras empresas a transformar su realidad a través de la tecnología.
*Santiago es CEO y Founder de Santex
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