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El Eternauta estimula la lectura de la historieta y reaviva la memoria histórica

El resultado es un potente relato, dueño de vitalidad propia, magnífico en su puesta en escena y efectos visuales, dotado de vigor dramático y contundente destreza del suspenso.

Espectáculos04 de mayo de 2025 Pedro Arturo Gómez
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El Eteronauta

EL ETERNAUTA

(Bruno Stagnaro, 2025 - serie Netflix)

Publicada originalmente por entregas entre 1957 y 1958, en la revista Hora Cero Semanal, El Eternauta de H. G. Oesterheld y F. Solano López ocupa la cumbre de lo que Oscar Masotta llamó “literatura dibujada”, obra maestra total de lo que hoy se denomina “novela gráfica”, clásico absoluto de la historieta, al nivel de creaciones literarias como el Martín Fierro. Ícono de la cultura de masas, uno de los emblemas artísticos más populares de la nación argentina y hasta figura explotada como logotipo de militancia partidaria.

Todos estos atributos –junto con los obstáculos que plantan las condiciones de producción- han pesado sobre el largo camino recorrido por la obra hacia una adaptación audiovisual, con intentos truncos de grandes cineastas como Pino Solanas y Lucrecia Martel. Finalmente, 70 años después, este periplo culmina (por ahora) en la serie televisiva estrenada por Netflix, en seis episodios, desencadenando el inevitable encontronazo con un fervoroso horizonte de expectativas.

A priori, las reservas ante los probables condicionamientos impuestos por la factoría de la N roja se atenuaban por la presencia en la dirección de Bruno Stagnaro, uno de los realizadores clave en la cinematografía y televisión de Argentina, autor (junto con Adrián Caetaetano) del film Pizza, birra, faso, piedra angular del “Nuevo Cine Argentino de los ’90) y de las series Okupas y Un gallo para Esculapio.

El resultado es un potente relato, dueño de vitalidad propia, magnífico en su puesta en escena y efectos visuales, dotado de vigor dramático y contundente destreza en el manejo de la acción y el suspenso, con sólido dominio de los elementos del género de ciencia ficción trasladados al escenario de Buenos Aires, un producto con notables diferencias en no pocos contenidos (situaciones, relaciones y personajes) con respecto al original, pero que mantiene el núcleo de sentido de aquel.

Dejando de lado el habitual run run en torno a la fidelidad con el texto original, la diferencia que más ruido hace es la omisión del prólogo de la historieta, donde El Eternauta se le aparece a Héctor, el alter ego del autor. En esta aparición, queda planteada desde el principio la condición de viajero en el tiempo de Juan Salvo, rasgo definitorio diluido en la serie, sólo aludido quizá en ciertas visiones del personaje, mezcladas con su experiencia traumática de veterano de la Guerra de Malvinas, otra de las innovaciones de la versión televisiva.

En reemplazo de este prólogo se presenta la secuencia de las tres chicas en un velero –una de las cuales es la hija de Salvo, aquí adolescente- que no resulta del todo convincente en contraste con la novela gráfica. Es probable que los baches que abren la ausencia de aquel prólogo y el inserto de la secuencia náutica se subsanen en la necesaria segunda temporada (estos seis capítulos abarcan sólo la mitad de la obra original).

La opción por la ubicación temporal en la actualidad se corresponde con la contemporaneidad elegida por la historieta, mientras que la diferencia de edad entre aquel treintañero Juan Salvo y éste de 60 y pico que encarna Ricardo Darín se vuelve irrelevante, a fuerza de un talento actoral irrebatible que borra de inmediato cualquier sombra del actor estrella (reaseguro de comercialidad del producto a nivel internacional) sobre el personaje. Las referencias a la crisis de 2001 y la inserción en la estupenda banda de sonido compuesta por Federico Jusid de temas musicales emblemáticos (de Soda Stereo, Mercedes Sosa, Gardel y El mató…) muchos de ellos con clara significación indicial como “Paisaje” y su referencia a “cuando cae la nieve”, refuerzan el entrañable anclaje de la historia a las coordenadas de la argentinidad, evidenciadas en los espacios urbanos y del conurbano bonaerense donde transcurren las peripecias de la resistencia contra la invasión alienígena.

Al mismo tiempo -además de la flameada consigna “nadie se salva solo” asociada a la heroicidad colectiva- este Eternauta no sólo estimula la lectura o relectura de la historieta, sino que reaviva la memoria histórica acerca del horror de la dictadura que desapareció a Oesterheld y arrasó a su familia, en esta turbia actualidad de un Gobierno nacional impregnado de odio y negacionismo. Y también, en su consistencia de realización audiovisual, abre nuevos interrogantes sobre la producción cinematográfica argentina bajo el ataque de la barbarie del régimen de la motosierra, y los márgenes de creatividad permitidos por las plataformas de streaming. Por todo esto, bienvenido otra vez Juan Salvo.

Pedro Arturo Gómez 

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