En la Argentina de 2025, la ciencia ficción volvió a encontrarse con la memoria. El estreno de El Eternauta en Netflix —basada en la emblemática historieta de Héctor Germán Oesterheld— provocó un fenómeno inesperado pero profundamente revelador: las Abuelas de Plaza de Mayo reportaron que, en apenas una semana, se sextuplicaron las consultas de personas con dudas sobre su identidad.
Entre el 1 y el 7 de mayo, 106 personas se comunicaron con la organización. En 2024, durante ese mismo período, lo habían hecho solo 18. El dato no es menor: cada una de esas consultas puede ser el inicio de una historia silenciada, de una identidad robada, de un nieto o nieta que busca verdad en un país que aún no ha cerrado las heridas de la dictadura.
El disparador fue tan poderoso como sencillo: una campaña gráfica, impulsada por HIJOS Capital y Abuelas, que utilizó el afiche promocional de la serie para superponer los rostros de Oesterheld y sus hijas desaparecidas. El mensaje era directo: “¿Estás mirando El Eternauta? Si naciste entre noviembre de 1976 y enero de 1978 y tenés dudas sobre tu identidad o la de alguien más, contactate con Abuelas de Plaza de Mayo”.
El caso de Oesterheld es, en sí mismo, una síntesis trágica de los años más oscuros de la historia argentina. Autor de una obra que exaltaba la resistencia colectiva frente al totalitarismo, fue secuestrado en abril de 1977 por el aparato represivo del Estado. Sus cuatro hijas —Estela, Diana, Beatriz y Marina— también fueron desaparecidas. Tres de ellas estaban embarazadas. Aún se busca a sus nietos.
Pero la importancia de este fenómeno no se limita al homenaje. Lo que El Eternauta logró fue reabrir el debate sobre la identidad en un contexto social y político marcado por el avance del negacionismo. En plena ofensiva del presidente Javier Milei contra las organizaciones de derechos humanos, y frente al rechazo explícito de la cifra de 30 mil desaparecidos, esta ola de consultas demuestra que la memoria sigue latiendo en la sociedad civil.
"Lo tomamos con alegría. Es la confirmación de que una parte de la sociedad sigue preguntándose qué pasó con los desaparecidos y quiere vivir en un país con memoria y justicia", señalaron desde Abuelas. La serie, protagonizada por Ricardo Darín y dirigida por Bruno Stagnaro, reavivó no solo el interés por la historieta sino también el compromiso con una historia colectiva.
En muchas librerías, el libro agotó su stock en menos de 48 horas. Los docentes lo recuperaron en sus aulas. Las redes se llenaron de análisis y mensajes que unían la distopía de Oesterheld con la brutal realidad de los años de plomo. Pero, sobre todo, volvió a surgir una pregunta esencial: “¿Quién soy yo?”. En cientos de argentinos, esa duda resurge como acto de justicia.
Hoy, a casi 50 años del inicio del terrorismo de Estado, aún quedan cerca de 300 nietos que no conocen su verdadera identidad. El efecto Eternauta no es solo cultural: es profundamente político. Y, como la obra lo enseña, la verdadera batalla se da en comunidad, con memoria, con nombres propios y con la firme decisión de no olvidar.