Caputo y Sturzenegger, una vieja pelea de borrachos

Luis Caputo y Federico Sturzenegger no se caen muy bien. En realidad se detestan, desde hace años.

El viernes Hugo Asch
cs
Foto en Río de Janeiro, 2018

Luis Caputo y Federico Sturzenegger no se caen muy bien. En realidad se detestan, desde hace años. 

Cuando Milei sorprendió al nombrar ministro al endeudador serial eyectado del gobierno de Macri por pedido de la directora del FMI Christine Lagarde –harta de ver cómo los dólares se fugaban para salvar a sus amigos timberos– y además decidió sumar a Sturzenegger para dar luz al infumable bodoque conocido como ‘Ley Bases’ –y más tarde como ‘Lo que quedó de la Ley Bases’–, ambos enemigos íntimos acordaron un pacto de no agresión. 

Caputo no hablaría mal públicamente sobre la ley bodoque y sus proyectos de regulación. Sturzenegger no criticaría en los medios su política económica. Dos caballeros.

En privado y dentro del gobierno se mataban sin piedad, por supuesto.

Pero, ¿cómo nació ese odio mutuo? En tiempos de Macri, cuando los brotes verdes no aparecieron, los dólares se iban en autopista, el barco se hundía y el gobierno decidió ir al FMI para que les tirara un salvavidas. Como ahora. 

¿Se acuerdan de Marcos Peña, el Jefe de Gabinete de Macri que tenía el manejo total de la cosa política, un bonito ejército de trolls y una suegra kirchnerista? 

Bueno, resulta que antes de la foto de la insólita conferencia de prensa del 28 de diciembre de 2017 –cuando Peña, acompañado por los ministros Dujovne y Caputo le intervino el Banco Central a Sturzenegger y cambió la meta de inflación para 2018 del 10 al 15%– hubo reuniones muy tensas, discusiones y, en especial, una frase que el coleccionista de muñequitos de ‘Star Wars’ tiene todavía grabada debajo de su calva:

–Mirá Federico… –le dijo Peña con tono suave, levemente canchero–, la verdad yo no entiendo mucho de Economía. Pero esta gente que está conmigo sí sabe y dice que lo que estás haciendo está todo mal. 

Dujovne mantuvo su gesto neutro, inexpresivo; el mismo que tenía cuando posaba en la tele con el cartelito ‘No volvamos al fondo’, y luego en sus encuentros formales con Christine Lagarde en la sede del FMI. Caputo acomodó su flequillo y sonrió con su cara de póker habitual. Disfrutaba el momento. 

Sturzenegger se quería morir. Aguantó hasta que todo estalló por los aires y le dejó su silla en el Banco Central a Caputo, uno de sus verdugos, el jueves 14 de junio de 2018. Explicó sus razones en una melancólica carta dirigida a Macri: 

“En los últimos meses, diversos factores fueron deteriorando mi credibilidad como presidente del Banco Central, atributo clave para llevar adelante la coordinación de expectativas, tan importante en la tarea que se me había encomendado”. Todo mal.

Desde entonces Federico, el hombre de los dos defaults y medio se la tiene jurada a Luis, la piedra financiera contra la que el país insiste en tropezar.

Excitado desde que la vieja tablita de Martínez de Hoz –que Caputo llama ‘Crawling peg’– dejó de servirle al Mercado, Sturzenegger apuntó a la oreja de Milei y se dedicó a llenarle lo que estaría debajo del pelo batido. 

–Presidente, no podemos seguir vaciando el Banco Central de reservas para mantener este dólar. ¡Hay que levantar el cepo ya mismo! Bla, bla, bla…

Sus ganas de vengarse de Caputo son tan grandes como su apego a la economía ortodoxa, aunque eso produzca un tsunami que rompa todo. 

Milei lo escucha, sí. Pero –parece mentira–, también piensa. Piensa que no puede hacer tal cosa ahora, sin esos hermosos billetitos verdes del FMI en la mano. 

Tiene en cuenta lo que dijo Ricardo Arriazu, uno de sus admirados economistas ultra liberales, en una reciente charla en el Jockey Club: “La mayoría de los economistas creen que hay que devaluar. Yo creo que no. Si devaluamos, chau, se acabó el programa, se acabó Milei, se acabó todo”. 

Caputo, finalmente, dejó de jugar a ser Fidel Pintos y confirmó lo que la agencia Bloomberg había adelantado la semana pasada: el FMI les dará un préstamo de 20 mil millones.

Pero, ¿qué tan 20.000 son esos 20.000? ¿Los van a gatillar todos juntos, o despacito y por las piedras y solo si el gobierno cumple con las metas que les van a imponer? 

Nadie sabe. El Fondo habla y no dice nada, hasta que un día desenfunda y dispara. Es un estilo. 

Julie Kozak, su vocera, dijo más con lo que no dijo en su discursito vago: “Las discusiones sobre un nuevo programa apoyado por fondos están muy avanzadas, pero su tamaño lo determinará en última instancia nuestro consejo ejecutivo. Sin embargo puedo confirmar que las discusiones se están centrando en un paquete considerable”.

Un paquete considerable. Que chica audaz. 

A ver, ¿Qué hará Caputo con ese “paquete considerable”? El DNU que tan gentilmente aprobó el Congreso decía, textualmente: “Esas partidas deberán destinarse a comprar las Letras Intransferibles al Banco Central, y a cancelar deuda de capital del anterior crédito de Facilidades Extendidas que vence entre 2026 y 2029”

Ahá. Esa deuda de capital hasta 2029 suma 14.100 millones de dólares y el primer vencimiento es en septiembre de 2026. Dentro de un año y medio. Entonces, ¿dónde está la urgencia de la que habla el DNU? 

“¡En la maldita tablita de Caputo que no sirve más y va a romper todo porque el Mercado ya no le cree nada!”, repite como un zombie Sturzenegger, ansioso con embocar a Caputo como sea. 

Es raro, pero esta vez dice la verdad. Maldición: lo veré en mi análisis. 

¿Es un alivio cancelar esa deuda? No tanto: el FMI le cobrará a la Argentina un interés del 5.72% anual. Kristalina y Gita Gopinath te sonríen para la foto y después te pasan la factura. Así funciona.

¿Caputo usará los 5.900 millones que le quedan para pagar esas letras internas? Ni loco. Seguirá sosteniendo la política del dólar planchado hasta las elecciones. 

‘Si no, chau Milei’, les advirtió el sensato gurú Arriazu. 

Caputo, el experto en tomar deuda y fugar, espera que este acuerdo baje el riesgo país para tirarse de cabeza al Banco Mundial, al BID y al Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe para pedir más plata prestada. 

El tipo es insaciable, y cada nueva deuda le da vida, aumenta su ego personal y algunas cuentas, también personales. 

Sueña con zafar. Difícil será la cosa si el Fondo le da los dólares que necesita como el aire que respira pero a cambio le exige liberar el cepo cambiario y devaluar, como quiere Federico, el pelado envidioso. 

Eso destruiría el único valor que Milei puede mostrarle a su gente: el dólar barato y la falsa sensación de estabilidad.

Es la Gloria o Devoto, también para Caputo. 

Aunque Devoto termine siendo otra vez Ipanema al sol, como en esa vieja foto en Río de Janeiro en 2018, a salvo de la corrida porteña, con los brazos en cruz.

 Por Hugo Asch*

* Periodista desde 1974. Fue redactor de la revista Siete Días, prosecretario y subdirector de Gente, Secretario de Redacción de Clarín, editor general de Perfil y director de Playboy Agentina, entre otros medios de Argentina y España. Fue enviado especial en conflictos bélicos en Afganistán, Nicaragua, El Salvador y El Ulster, entre otros países.

 

Lo más visto

Suscríbete al newsletter para recibir periódicamente las novedades en tu email