Daniel Posse: “La poesía es un ejercicio de poner el cuerpo”
El escritor tucumano brindó detalles de su último libro Las Ciénagas. Durante la charla comentó que "escribir poesía implica un tránsito por todo aquello que me atraviesa, que me condiciona o me golpea".
El escritor tucumano Daniel Posse está presentando su último libro Las Ciénagas, su primer poemario. En este marco, habló con TucumánHoyEnDía y repasó el largo proceso que llevó sus textos de un archivo olvidado a las manos de los lectores.
Daniel estaba exultante. Recién volvía de Jujuy y le esperaba una agenda completa en Tucumán. Nos sentamos en un bar del centro tucumano, repleto de libros. Llegaba la noche de agosto, algo cálida, algo fría, por eso elegimos tomarnos un café y comenzar la entrevista.
Es tu primer libro de poemas, ¿cuál fue la diferencia en el trabajo creativo respecto a los cuentos?
Para mí hay un abismo entre escribir prosa y escribir poesía. En la prosa, por mi formación en comunicación y mi trabajo como periodista, trabajo desde la observación y el análisis, aunque escriba ficción. En cambio, la poesía me exige poner el cuerpo. Es más visceral. Tal vez por eso tardé tanto en publicarla. Durante años sentí vergüenza de mi poesía; la escondía, la reescribía, la tachaba. Las Ciénagas reúne poemas escritos entre los 16 y los 30 años, pero trabajados y reescritos durante más de tres décadas. También sentí que me avergonzaba lo que yo escribía. No la poesía en sí, sino mi escritura poética. Porque, leía grandes poetas como, por ejemplo, Sergio Lizárraga y otros clásicos como Alejandra Pizarnik, entonces cuando volvía y miraba mi escritura poética, sentía que era mal.
Tardaste mucho en publicar tus poemas
Esto de avergonzarme de mi propia poesía me llevó a esconderla, a reescribirla y a tacharla una y otra vez. En 2022, todavía en la pospandemia, envié tres poemas religiosos —los únicos que tenía— al concurso Viña Joven de la Fundación Santa María Claret, en Santiago de Cuba, y obtuve un segundo premio colateral. Aun así, sentía que no estaba a la altura. Empecé a buscar la opinión de amigos y poetas que respeto, y ellos me alentaron a publicar. Las Ciénagas ya estaba escrita hace años, incluso con un prólogo de hace más de una década que nunca había permitido publicar. Conseguir editorial fue difícil, porque muchos consideran que la poesía no tiene mercado. Pero superé los miedos y decidí lanzarla, siempre buscando la aceptación.
¿Por qué escribir poesía?
En mi caso es un ejercicio profundamente introspectivo. Escribir poesía implica un tránsito por todo aquello que me atraviesa, que me condiciona o me golpea. No creo en una poesía que no revele, que no muestre algo esencial.
¿Cuánto de introspección hay en estos textos?
Muchísimo. Demasiado, quizá. Pero es una condición sine qua non en mi escritura poética. Hay una búsqueda constante dentro de mí y de mis experiencias, incluso después de que el libro se publicó.
Volver al norte con tu literatura, ¿qué significa para vos?
Es una recompensa y también una búsqueda de aprobación. Soy de acá. Volver con mi poesía es como ser un hijo pródigo que regresa esperando que le digan “sí, estás aprobado”, aunque esa aprobación tal vez nunca llegue.
¿Cómo ves la relación autor-texto en esta posmodernidad atravesada por la inteligencia artificial?
Yo no creo que exista la posmodernidad como tal, sino que es una etapa final de la modernidad marcada por la decepción y el fracaso de la ilusión del progreso. Vivimos en un capitalismo que muta constantemente. En cuanto a la inteligencia artificial, la uso para investigar o conversar, pero no para escribir poesía. No lo concibo. La poesía necesita ser genuina, hablar de vos. Quien usa IA para escribir poesía, para mí, es un farsante.
Las Ciénagas es un título fuerte, sobre todo después de la película de Lucrecia Martel. ¿Hay relación?
Ninguna. El título lo elegí a los 20 años, mucho antes de ver la película. Para mí, las ciénagas son lugares oscuros y llenos de lodo que representan mis propias vivencias y obstáculos. Pero también, en esos lugares hostiles, la vida florece. Es la imagen de mi propio camino.
¿Qué va a encontrar el lector cuando abra el libro?
Un recorrido. Un camino de alguien que se atrevió a sobrellevar el desarraigo, el desasosiego, el destierro, los territorios del amor, del desamor, de todo aquello que duele y fortalece, de todo aquello que debilita y al mismo tiempo empuja. Va a encontrar una suerte de referencia del camino de alguien que a través de la transposición puede servirle para entender en el otro y quizás en su propia piel todo aquello que justamente duele, que hay que cicatrizar.
¿Cómo siguen las presentaciones?
Este miércoles lo presenté en la Legislatura de Tucumán y la verdad me sentí halagado por el reconocimiento. El jueves a las 19 será en ATEP. Luego vuelvo a Buenos Aires y el mes próximo estaré en el Encuentro Nacional de Escritores de Las Talitas. Luego seguiré recorriendo el NOA, además de otras provincias. Pero mi idea es seguir incursionando en ese norte que siento, en el cual habito aún a pesar del desarraigo.
¿Se vienen nuevas ediciones?
El libro se tradujo al inglés y al portugués, y vamos a reeditarlo en español con un nuevo sello. También saldrán versiones en formato digital e impresión bajo demanda para el exterior. Espero sumarle dos idiomas más este año. Además, trabajo en una novela, Debajo del Iván, y un libro de relatos, Textos enajenados. El año pasado tuve un problema de salud serio y entendí que todo lo que tengo escrito debe salir a la luz.
Sobre Daniel Posse
Nacido en Aguilares, Tucumán, y radicado en Buenos Aires desde hace más de 20 años, ejerce el periodismo y la docencia. Es Licenciado y Profesor en Comunicación Social. Antes de La Ciénaga, publicó el libro de relatos De sueños y azar. En 2022 obtuvo tres premios internacionales: el primero, en Miami, por su cuento Alquimia; y dos en Santiago de Cuba —un segundo premio y un premio colateral— por una trilogía poética religiosa. Ese mismo año fue declarado “personaje destacado de la cultura” por el Concejo Deliberante de San Miguel de Tucumán.
Así escribe
Cisma
La mujer otoño
se lanzaba enmarañada de deseo.
Los pasos olvidaron el cuarto.
La mujer otoño
de largos y lacerantes cabellos,
se anudaba de sombras
en la alquimia del sexo.
Todo lo otorgaba el espanto
en cábalas de fuego.
La mujer otoño
escapó del silencio,
y entre gritos y susurros,
los dedos tejieron el sueño.
Vientre con vientre
se deshojó el tiempo.
Para adquirir el texto comunicarse con el autor en facebook.com/daniele.posse
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