Cultura Pedro Arturo Gómez 23 de marzo de 2025

Un viaje ficcional a los enigmas insondables del planeta adolescencia

En esta crítica, Gómez destaca la narrativa de la serie "Adolescencia",qué interpela al espectador sobre el universo adolescente y las la falta de herramientas del sistema para dar respuestas.

Mucho se ha dicho y se dice acerca de Adolescencia tras su reciente estreno, con abundancia -en general- de elogios para sus aspectos tanto de forma como de contenido. Los entendidos del lenguaje audiovisual resaltan el prodigioso uso del plano secuencia en la totalidad de cada uno de los cuatro episodios. Esta alabanza va acompañada por la valoración también elogiosa de las actuaciones y de la relevancia del tema tratado.

El caso es el de un chico de 13 años acusado de asesinato, en el contexto de la cultura juvenil de la conectividad infectada de bullying y estigmatizaciones, como la de la categoría “incel” enlazada con manifestaciones de la masculinidad tóxica.

Es cierto que cabe plantearse si el virtuosismo formal del plano secuencia es un recurso que se conecta funcionalmente con la narración, o –de lo contrario- sólo se presenta como un aderezo muy vistoso, pero sin auténtica correspondencia narrativa.

Esta cuestión vale para cualquier uso del plano secuencia (un artificio muy atractivo por su elegancia coreográfica y demostración de pericia técnica), pero en esta ocasión basta señalar que este procedimiento de filmación se halla aquí en sinergia con el relato, potenciando su fuerza dramática por el tratamiento en una sola toma constante de los hechos narrados en tiempo real.

En cuanto a la historia, la trama alterna la focalización en la perspectiva de distintos personajes, concentrándose en cada capítulo en una de las instituciones intervinientes: la policía, la escuela, la psicología como ciencia y la familia. Y lo que resulta verdaderamente perturbador en cada una de estas instancias es la puesta en evidencia de las limitaciones e insuficiencias de todos estos regímenes institucionales, para dar cuenta del inquietante mundo adolescente en las coordenadas del mundo actual.

He ahí el punzante poder de interpelación que arroja a la mirada de los adultos este viaje ficcional a los enigmas insondables del planeta adolescencia. Un viaje y una exploración tentativa que abre -sin cierre tranquilizador alguno- interrogantes encarnados, apuntando a la necesidad imperiosa de que los agentes institucionales sean capaces de reconocer e interpretar los códigos socioculturales propios de las y los adolescentes.

Lo que está en juego es un mundo de vida –la adolescencia- al cual hace falta adentrarse con empatía y plasticidad interpretativa, tanteando en todo momento el terreno (un terreno muy frágil, como sugiere la extraordinaria versión de la canción "Fragile", entonada por un coro infantil en la banda de sonido), sin certezas que ignoren el misterio constitutivo de ese mundo. Un misterio que esta notable ficción televisiva nos deja incrustado en carne viva.

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