Información General Por: Redacción24 de octubre de 2025

La verdad sobre lo que entra en tu nariz al oler heces

Un curioso experimento médico y la ciencia del olfato explican qué respiramos realmente cuando percibimos olores desagradables.

A todos nos ha pasado alguna vez: entramos a un baño público, paseamos al perro, limpiamos el arenero del gato o simplemente compartimos espacio con alguien después de una comida pesada. De pronto, un olor desagradable invade el aire y no podemos evitar preguntarnos: ¿qué es exactamente lo que estamos inhalando?

Desde hace tiempo se sabe que el olfato humano puede identificar hasta 10.000 aromas distintos. Esto es posible gracias a una zona del tamaño de un sello en lo alto de la cavidad nasal: el epitelio olfativo. 

Allí, millones de neuronas receptoras detectan las moléculas que flotan en el aire y las traducen en olores. Y sí, entre esas moléculas están las responsables del inconfundible agradable –como el de las flores silvestres– y también las de experiencias olfativas mucho menos poéticas.

Pero la pregunta incómoda –y científicamente legítima– persiste: ¿cuánto de ese olor viene acompañado de... materia fecal?

Composición química

La ciencia olfativa es clara en esto: lo que olemos son moléculas, no materia sólida. En el caso de los gases, su característico olor proviene de compuestos como el sulfuro de hidrógeno, el metanotiol y los sulfuros de metilo volátiles, subproductos del trabajo de las bacterias intestinales. 

Aunque son solo una pequeña fracción del gas expulsado –que en su mayoría está compuesto por nitrógeno, oxígeno y dióxido de carbono–, son los culpables del hedor. 

Así lo explica How Stuff Works, y otros estudios, como el recogido por la Royal Society of Chemistry, respaldan esta composición gaseosa con algunos experimentos: tubos de ensayo rectales y análisis de contenido molecular.

El experimento que cambió todo

Hasta aquí, todo en orden. Es aire, aunque maloliente. Pero las cosas se complican cuando entra en escena una enfermera preocupada por la esterilidad del quirófano donde trabaja. La historia, documentada en British Medical Journal y relatada por el divulgador científico australiano Dr. Karl Kruszelnicki, dio pie a un experimento que ya es leyenda en la divulgación científica.

Preocupado por la posibilidad de que las flatulencias pudieran contaminar un entorno estéril, el Dr. Kruszelnicki decidió buscar evidencia. Para comprobarlo, junto con el microbiólogo Luke Tennent, reclutó a un compañero dispuesto a participar en una demostración poco convencional. El voluntario emitió gases sobre dos placas de Petri situadas a unos cinco centímetros de distancia: primero vestido y luego sin barrera de tela.

Al día siguiente, solo la placa expuesta directamente presentó signos de crecimiento bacteriano –microorganismos típicos de la piel y del intestino–, mientras que la que había estado "protegida" por la ropa permaneció limpia. El hallazgo confirmó lo que ya sospechaban: la tela funciona como un eficaz filtro biológico.

Como explicó el propio Dr. Kruszelnicki al Canberra Times en 2001, la deducción fue clara: la velocidad del gas habría arrastrado bacterias de la piel hasta la placa. Pero que no cunda el pánico: las bacterias encontradas eran similares a las que se encuentran en el yogur, no patógenas.

Ciencia curiosa con el Dr. Kruszelnicki

Vale la pena mencionar que el protagonista de esta historia, el Dr. Kruszelnicki, no es un científico cualquiera. Como detalla Vice, este australiano de origen sueco cuenta con una impresionante carrera que incluye títulos en física, matemáticas, ingeniería biomédica, medicina y cirugía.

Su popularidad ha crecido exponencialmente desde que se unió a TikTok, donde comparte sin tapujos datos curiosos sobre las funciones corporales que muchos preferiríamos no pensar. Este enfoque directo y a veces incómodo ha convertido al Dr. Kruszelnicki (conocido en redes como Doctor Karl) en lo que Vice describe como "un tesoro nacional" australiano.

Su compromiso con la divulgación científica proviene de una profunda convicción. Tras presenciar la muerte de un niño por tos ferina –que atribuyó a la desinformación sobre las vacunas–, decidió abandonar la medicina clínica para dedicarse a los medios de comunicación, donde creía que podría "hacer más bien en la comunidad", según afirmó en un pódcast en 2016.

Por ejemplo, en su cruzada por educar a la humanidad con datos científicos igual de útiles que perturbadores, el Dr. Kruszelnicki ha explicado, entre otras, por qué las flatulencias en la ducha huelen peor.

El secreto está en la combinación de factores: el vapor y la humedad amplifican los olores, el espacio cerrado impide que el aire se renueve, y el calor del agua acelera las reacciones químicas. A eso se suma que, sin ropa que actúe como filtro, las moléculas malolientes llegan sin obstáculos a la nariz. El resultado: un pequeño laboratorio aromático del que no hay escapatoria.

Y si te parecía que eso era lo peor, espera. Aguantar flatulencias tampoco te salva: el gas retenido puede ser absorbido por los vasos sanguíneos del intestino y salir... por los pulmones. O sea, lo exhalas. Sí, eso dijo el Dr. Karl en uno de sus vídeos para TikTok.

Y aún hay más. Si alguna vez tiraste de la cadena con la tapa del cuarto de baño abierta, el doctor te advierte que una nube de partículas –bacterias y vapor de agua incluidos– puede permanecer flotando durante horas. Algunas incluso pueden caer sobre tu cepillo de dientes.

Pero volvamos a la pregunta inicial: ¿estás inhalando heces cuando percibes una flatulencia? La respuesta es: no. Estás inhalando compuestos gaseosos. Moléculas volátiles. Subproductos químicos de la digestión bacteriana. No hay materia sólida suspendida en el aire.

Y esto se aplica no solo a las flatulencias, sino también a otras situaciones cotidianas: cuando limpias la bandeja de arena de tu gato, recoges las heces de tu perro en el parque o utilizas un baño público. Lo que detecta tu nariz son moléculas aromáticas, no partículas fecales.

La conclusión es clara: mantén buenas prácticas higiénicas, como tirar de la cadena con la tapa cerrada para evitar aerosoles, no aguantar las flatulencias (pero mejor lejos de otros) y lavarse las manos después de manipular cualquier tipo de desecho orgánico. Tu olfato te advierte, pero la higiene te protege.

Editado por Felipe Espinosa Wang con información de Vice, How Stuff Works, Royal Society of Chemistry, Cleveland Clinic, Live Science e IFL Science. DW

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