Cada muerte en bicicleta es evitable: la urgencia de una red segura en Tucumán
En los últimos días Tucumán se cobró dos vidas de ciclistas. Estas tragedias muestran que no basta con buenas intenciones, se necesita infraestructura y un involucramiento técnico serio por parte de las autoridades y la sociedad.
En el reciente Foro Argentino de la Bicicleta, llevado a cabo el 5, 6 y 7 de septiembre en San Miguel de Tucumán, quedó en evidencia una doble urgencia: (a) la profunda adhesión de la población tucumana a la bicicleta como medio de transporte y recreación, y (b) el grave déficit de infraestructura que pone en riesgo vidas.
Los últimos días han sido de dolor y de alerta. La muerte de Silvia Robles, atropellada en el camino a El Cercado, y la de Gonzalo Ezequiel Prokop, embestido en la Ruta 9 mientras entrenaba, entre otros siniestros graves, no son incidentes aislados, sino síntomas de una falta de políticas públicas claras, de diseño vial seguro y de compromiso real.
Estas tragedias muestran que no basta con buenas intenciones: se necesitan ciclovías, bicisendas protegidas, señalización apropiada, iluminación, reducción de velocidad en rutas transitadas, banquinas seguras, cruces bien diseñados e involucramiento técnico serio.
Lo que existe y lo que está en marcha
Un dato clave: el proyecto de ciclovía que conectaría San Miguel de Tucumán con El Cadillal, con unos 20 kilómetros de extensión, representa una de las iniciativas más ambiciosas de la provincia.
Ese proyecto no es solo turístico o deportivo: involucra varios municipios (Capital, Las Talitas, Los Nogales, Tafí Viejo, El Cadillal), cruza rutas nacionales, requiere estudios ejecutivos que contemplen aspectos técnicos, ambientales y de seguridad, y depende del financiamiento de organismos provinciales y nacionales. Pero hasta ahora, aunque hay avances, la ejecución real (el asfalto, la banquina segura, los cruces protegidos) todavía no se materializa.
En la provincia hay uno ejemplos con impacto relativo, Tafí Viejo tiene una bicisenda en la avenida Alem, más de adorno que efectiva. Yerba Buena cuenta con ciclovías que conectan la ciudad, aunque no es muy usada. San Miguel tiene la de avenida América y la de avenida Roca. Ambas insuficientes.
Lo común a todo esto, es la falta de concientización. Los ciclistas no existimos para el Estado. Es grave.
Ejemplos que alumbran el camino
Tucumán no está aislado en sus carencias ni en sus esperanzas. Varias ciudades de Argentina y de América Latina muestran qué se puede lograr —y cómo hacerlo— cuando hay decisión política, participación comunitaria y financiamiento sostenido.
Salta capital: tiene ya cerca de 97 kilómetros de ciclovías/bicisendas, con nuevas obras en las avenidas principales, mejor iluminación, señalización y mantenimiento. Además, han implementado estaciones de auto-reparación para bicicletas.
Buenos Aires: su red de ciclovías supera los 166 kilómetros desde hace varios años, y ha visto un crecimiento muy importante en los viajes en bicicleta urbano. Se promueven políticas de movilidad activa, campañas de uso, y se integran bicis a otros medios de transporte.
Montevideo ha duplicado el uso de bicicletas en la ciclovía de 18 de Julio tras realizar obras que integran barrios, zonas de uso cotidiano, considerando seguridad, intersecciones, coexistencia con tránsito vehicular.
Bogotá es quizás un modelo en América Latina de lo que puede hacerse: cientos de kilómetros de ciclorrutas, estrategias de “Rutas Seguras”, acciones pedagógicas, infraestructura con propósito, señalización, mantenimiento constante y un diseño orientado a que cada hogar esté relativamente cerca de una cicloruta.
Estos ejemplos muestran que una red de movilidad ciclo‐inclusiva no solo salva vidas, sino que mejora la calidad urbana, reduce contaminación, promueve salud física, puede favorecer el turismo, y hasta generar cultura ciudadana (respeto vial, convivencia, uso de espacio público).
¿Por qué Tucumán no puede seguir postergando estas obras?
La seguridad: las vidas perdidas y los heridos son una responsabilidad colectiva. No es aceptable que la respuesta estructural llegue solo después del próximo accidente fatal.
El uso ya está: hay más de 8.600 viajes diarios en bicicleta en San Miguel de Tucumán. Esa cifra indica una demanda concreta, no caprichosa.
El territorio lo exige: rutas nacionales con tránsito pesado, banquinas inexistentes o inadecuadas, altísima velocidad permitida, trazado de rutas que mezcla trayectos recreativos, deportivos, turísticos y cotidianos. Todas esas condiciones aumentan el riesgo de los ciclistas.
Beneficios múltiples: transporte barato, desahogo del tránsito, reducción de emisiones, promoción de actividad física y salud pública, mayor atractivo turístico (especial para El Cadillal y circuitos naturales), inclusión social.
El Foro Argentino de la Bicicleta dejó claro algo que ya no admite excusas: Tucumán necesita infraestructura ciclista ya. Los proyectos como la ciclovía San Miguel-El Cadillal son esenciales y deben acelerarse.
No alcancen solo promesas y estudios, las autoridades deben asignar los recursos, asegurar los estándares de seguridad, integrar a quienes usan la bici en el diseño (Meta Bici y otras organizaciones tienen conocimiento), coordinar con Vialidad Nacional, municipios y organismos provinciales.
La bicicleta no es un deporte de fin de semana ni un hobby de pocos: en Tucumán, es ya una forma necesaria de moverse, trabajar, respirar, vivir. Y no podemos esperar que otro ciclista pierda su vida para actuar.
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