Instituto brasileño desarrolla nuevas técnicas contra incendios

Estas tecnologías de bajo costo son una respuesta al desafío de los incendios, que batieron récords el año pasado.  En 2024, se quemaron 9,7 millones de hectáreas del Cerrado, el 85 % de las cuales se encontraban en áreas de vegetación nativa.  

Tras una invitación del instituto, 25 personas se reunieron durante una semana en mayo para analizar alternativas de bajo costo. Las tecnologías desarrolladas por el grupo incluyen: bombas eléctricas de mochila, tanques de agua, accesorios para desbrozadoras que pueden combatir incendios de turba (o incendios subterráneos), protocolos para el diseño de propiedades resistentes al fuego y sensores para el monitoreo del suelo y el clima.

La directora ejecutiva del Instituto Invento, Oda Scatolini, explica que el diferencial de la metodología es que los usuarios o beneficiarios de las tecnologías son protagonistas del proyecto.

Identificamos las demandas de las comunidades y creamos con ellas. No transferimos tecnología ni creamos soluciones para las comunidades. Las empoderamos para que ellas mismas desarrollen estos equipos, destaca Scatolini.
El Instituto Invento es parte de una red internacional denominada IDIN (International Development Innovation Network), vinculada al MIT (Massachusetts Institute of Technology), que apoya una red global de innovadores para diseñar, desarrollar y difundir tecnologías de bajo costo para reducir la pobreza.

Incendio de turba

Uno de los beneficiarios de la iniciativa en el Distrito Federal fue el agricultor Robemario Ribeiro de Souza, residente de Planaltina, cuya propiedad fue completamente incendiada en 2024. Forma parte de un modelo de agricultura comunitaria (AAC), que busca apoyar la producción local y sostenible. "En cuanto se produjo el incendio, nos sentimos desanimados; queríamos dejarlo todo e irnos. Perdimos nuestro almacén, materiales, herramientas, tuberías, cultivos... Estábamos en estado de emergencia; la situación era realmente grave", afirma.

Durante la reunión, Robemario ayudó a desarrollar una máquina que, al acoplarse a una desbrozadora comercial, excava zanjas con mucha más facilidad y eficiencia. El accesorio ayuda a combatir los llamados incendios de turba, un incendio subterráneo difícil de controlar.

Los incendios subterráneos se producen principalmente en zonas de campos húmedos o campos con suelos ricos en materia orgánica, llamada turba. A veces, apagamos el incendio en un punto y este resurge en otro lejano, porque quema esta materia orgánica bajo tierra. Y la única manera de combatir estos incendios subterráneos es cavando zanjas, explica Scatolini.

Bombas eléctricas de mochila

Caroline Dantas es la coordinadora de Manejo Integrado de Incendios del Instituto Cafuringa y también participó en el evento. Reside en Lago Oeste, una región conocida como la última frontera verde del Distrito Federal, con mesetas, bosques y campos, manantiales, ríos y arroyos, rápidos y cascadas. Como bombera voluntaria, cuenta con una larga trayectoria en la lucha contra incendios.

En 2019, nos movilizamos para combatir un incendio y sufrimos un accidente. Mi compañero, que sufrió quemaduras en el 40% del cuerpo, fue hospitalizado y su estado de salud fue muy grave. De ahí surgió la idea de crear la Brigada de Guardianes de Cafuringa, cuenta.

El Instituto Cafuringa es una organización de la sociedad civil (OSC) que apoya la creación y el mantenimiento de brigadas de voluntarios enfocadas en el manejo integrado del fuego (MIF). "Hoy contamos con cinco brigadas, todas compuestas por voluntarios, personas que a veces están en su tercer o cuarto turno, trabajando por el medio ambiente, en esta labor incesante", afirma.

Caroline explica que las bombas de mochila tradicionales, un tipo de mochila con capacidad para alrededor de 20 litros de agua, son bombas mecánicas, operadas manualmente, para combatir incendios.

Es una bomba mecánica que dispersa agua en un volumen difícil de controlar, por lo que se desperdicia mucha. Y el agua en combate es un recurso extremadamente caro, porque le cuesta mucha energía al bombero, que a veces recorre dos, tres o cuatro kilómetros para volver y rellenar la bomba.

Como alternativa a este desafío, Caroline participó en el grupo que desarrolló una bomba eléctrica con batería recargable que permite un mejor control del flujo de agua, la distancia y la dispersión del agua.

"Reduce la fatiga del bombero y el precio es casi una décima parte de lo que cuesta hoy la bomba de mochila. Y todo el equipo cedió la patente, ese trabajo se hizo en conjunto", afirma.
Según Scatolini, los participantes utilizaron dos modelos de bombas y realizaron algunos experimentos. "Utilizaron una bomba para extraer agua de la sentina de un barco, que cuesta menos de R$200, tiene alto caudal y baja presión, por lo que puede usarse para llenar contenedores rápidamente. Y otra bomba de alta presión y bajo caudal, también de 12 voltios, que lograron conectar a una bomba de mochila, también desarrollada en la reunión y que también cuesta menos de R$200".

Almohada de agua

La profesora del Centro de Desarrollo Sostenible (CDS) de la Universidad de Brasilia (UnB), Cristiane Gomes Barreto, también participó en el proyecto. Afirma que la colaboración con el Instituto Invento ya existía previamente, a través de la IDIN (Red Internacional de Innovación para el Desarrollo).

Desde entonces, hemos impartido estos talleres y colaborado con las comunidades para desarrollar soluciones innovadoras. Uno de los territorios en los que trabajamos se incendió, pero la casa del agricultor no se vio afectada —dice, refiriéndose a la propiedad de Robemario—. Y allí identificamos uno de los mayores desafíos, al que se enfrentan prácticamente todos los años, el de contener los grandes incendios que arrasan la producción.

De estos desafíos surgió otra tecnología de bajo costo: la almohada de agua. Scatolini explica que se trata de depósitos para almacenar y transportar agua, inspirados en los tanques llamados tanques almohada , que existen en el extranjero, pero son muy costosos.

Aquí se realizaron experimentos para producir estas bolsas. Utilizaron diferentes tipos de lona y pegamento para intentar fabricarlas a bajo costo. De este grupo surgieron tres modelos: uno más pequeño, que se puede transportar en una carretilla; otro que se puede adaptar como bomba de mochila de bajo recorrido, ya que existen bombas de mochila de lona en el mercado, pero se bombean manualmente y cuestan entre R$ 1.600 y R$ 1.800 cada una; y también un modelo piloto del tamaño de un cubo de camioneta, que se puede usar para transportar agua a lugares remotos, explica.

Detección del suelo

La cuarta tecnología co-creada por los participantes fue un sistema de detección terrestre en tiempo real, que permite monitorear la temperatura y la humedad del aire, el humo, la velocidad y dirección del viento, por ejemplo.

Mediante electrónica y microcontroladores, han estado experimentando con la conexión de diversos sensores de bajo coste. Los dispositivos pueden activar desde una sirena hasta una alarma que indique humo o aumento de temperatura, pasando por el envío de un SMS a un número de teléfono registrado, la realización de una llamada o incluso el envío de datos por internet, por ejemplo. Los dispositivos también pueden activar automáticamente, por ejemplo, rociadores y bombas de agua al detectar un cambio en los parámetros relevantes para el incendio», explica Scatolini.

Propiedades más resilientes

El analista ambiental del ICMBio, Sandro Raphael Borges, afirma que la agencia colabora con el Instituto Invento desde 2019 y que la idea siempre ha sido desarrollar herramientas adecuadas para combatir incendios en los diferentes biomas donde opera el ICMBio. "En esta ocasión, la idea era mostrar a los participantes un poco de la realidad de la lucha contra los incendios forestales, considerando la nueva política pública que tenemos: la gestión integrada de incendios".

Borges refuerza la importancia de que las comunidades se preparen para los períodos críticos y tomen medidas para prevenir incendios o minimizar sus impactos.

Con esto en mente, se desarrolló un protocolo para el diseño de propiedades rurales resistentes al fuego. En palabras de Scatolini, sería «una metodología donde un especialista, que podría ser un agente de ATER (asistencia técnica y extensión rural) o una brigada de voluntarios, se reúne con el agricultor, revisa el plano de la propiedad, realiza un diagnóstico actual de su estado y elabora un plano futuro».

De esta manera, es posible identificar, por ejemplo, la presencia de acerías, depósitos de agua o vías de escape. Además, se verifica el tipo de equipo contra incendios que poseen los propietarios: si cuentan con compuertas, bombas de agua, si han recibido formación como bomberos, etc. Con base en esta información, se pueden rediseñar las propiedades para que los agricultores puedan, en el futuro, implementar sistemas de prevención y extinción de incendios.

Robemario rediseñó su propiedad. "También se realizó un diagnóstico de nuestra finca, de los puntos donde debíamos tomar más precauciones. Es un diagnóstico muy bien hecho, que nos permite controlar el incendio de varias maneras, para nuestra propia protección."

A pesar del devastador incendio del año pasado, Robemario dice que logró recuperarse. "Tenemos nuevas plantaciones de arándanos y açaí, además de tubérculos, frutas y verduras. Así que, gracias a Dios, todo va bien", dice con alegría.

Búsqueda de recursos

Según Scatolini, luego del taller, en el que se generaron prototipos que demuestran la funcionalidad de estos equipos o metodologías, el siguiente paso es buscar recursos.

Buscamos recursos para seguir realizando estas reuniones de cocreación y poder mejorar estos prototipos para que se conviertan en productos replicables. Pueden fabricarse en una fábrica comunitaria, por ejemplo, para que los jóvenes puedan producir estos equipos y difundir el conocimiento, afirma.

Agencia Brasil