Cultura Pedro Arturo Gómez 16 de julio de 2025

"Superman" recrea la luminosa alegría de las historietas de la edad de plata

El odio anti-extraterrestre de Luthor hacia Superman se corresponde demasiado con la xenofobia actual de las nuevas derechas, después de todo el último hijo de Krypton es un inmigrante.

Superman

SUPERMAN (James Gunn, 2025)

Los superhéroes de historietas de la DC se hallan en las raíces de mi vínculo con las narrativas de ficción. Sin embargo, el azuloso último hijo de Krypton nunca me atrajo demasiado, quizá porque me resultaba un personaje demasiado llano por su candor de boy scout superpoderoso, defensor de la justicia según el American Way of Life. Mi abrazo con la creación de Jerry Siegel y Joe Shuster se produjo en 1978, en esa gran realización cinematográfica que es el film de Richard Donner, donde Christopher Reeve encarnaba al Superman absoluto y definitivo, imponente prólogo del ahora atiborrado cine de superhéroes. 

Superman II (1980) reafirmó un embelesamiento que se fue al traste con las deplorables secuelas de 1983 y 1987. Luego aparecieron sucesivas versiones life action televisivas, nunca del todo desafortunadas, algunas de ellas con auténtico vuelo como la reciente Superman y Lois. 

A la anodina Superman regresa (Brian Singer, 2006) le siguió el Hombre de acero (2013), con la que Zack Snyder (me ahorraré aquí el calificativo de “inepto”) inició su lamentable raid por el DC Extended Universe, cometiendo el error más elemental de su visión sobre el personaje: Superman se tiñe de oscuridad, a contrapelo de su naturaleza específica de héroe solar, un ser que en este caso obtiene literalmente sus poderes de la luz proveniente del sol. Tras la cúspide del ridículo alcanzada en Batman vs Superman: el origen de la justicia (2016), la destartalada Liga de la Justicia (2017 / 2021) y los vestigios de aquel Hombre de Acero que asoman entre el fárrago de productos como Black Adam (Jaume Collet-Serra, 2022) y Flash (Andrés Muschietti, 2023), era hora de un nuevo renacimiento, en medio del tedio provocado por una saturación de gente superpoderosa en las pantallas cinematográficas. 

En este resurgimiento, James Gunn se ahorra el relato de los orígenes y nos presenta a un joven Superman ya instalado en la ciudad de Metrópolis como Clark Kent, su identidad tapadera de periodista en el diario Daily Planet, pero también con una reconocida presencia de titán que surca los cielos haciendo sus proezas. En secreto mantiene una relación de pareja con su compañera de trabajo, la sagaz Lois Lane, quien ya está al tanto de que su novio es Superman, en una realidad cotidiana donde es habitual la existencia de metahumanos y la aparición de fenómenos fantásticos no muy amables (un kaiju, una polilla transdimensional, esas cosas), es decir la típica realidad de las historietas de superhéroes. 

Desde el vamos, el relato pone sus cartas sobre la mesa, personajes y entornos en acciones y situaciones tipificantes. Superman vuelve al lado luminoso de manera explícita, su némesis es el megavillano Lex Luthor –un empresario y científico tan brillante como malévolo, de inmensa fortuna e inteligencia. 

Los aliados de este Hombre de Acero son el simpático y maleducado súper perro Krypto, el vivaz fotoperiodista Jimmy Olsen, aquí muy exitoso con las chicas, y un equipo de robots que habitan en la Fortaleza de la Soledad ubicada en el Ártico, junto con un trío de metahumanos integrantes de la Justice Gang (la “Pandilla de la Justicia”): el arrogante Green Lantern Guy Gardner, la alada Hawkgirl y el genio tecnológico Mister Terrific, a quienes se suma luego Rex Mason, Metamorfo, el hombre elemento. También tienen su momento Mamá y Papá Kent, en la granja de Smallville con su mullido aire de hogar rural. Del lado de Lex Luthor se hallan su asistente y amante, la rubia (aparentemente) tonta Eve Teschmacher (un personaje creado por el guionista Mario Puzo para el film de Donner) y la feroz Ingeniera, prodigio de la nanomecánica, extraída del comic The Authority. 

El tono es muy dinámico y colorido, con una energía narrativa que no decae jamás, un nutrido bagaje de ciencia ficción y toques de humor que sin ser muy efectivos tampoco molestan demasiado. Las actuaciones son estupendas, en particular las de David Corenswet -que en la ductilidad de sus variaciones entre Superman y Clark Kent se consolida como el gran sucesor de Chris Reeve- y Rachel Brosnahan, una Lois Lane radiante e impetuosa, como corresponde. Entre ambos la química es perfecta, tanto en los instantes románticos como en las ocasionales confrontaciones. El Lex Luthor de Nicholas Hoult reboza de genial y arrebatada (quizá demasiado arrebatada) malignidad, acercándose a la talla del villano perfecto, muy por encima de otras encarnaciones del personaje en el cine, como las de Gene Hackman, Kevin Spacey y el inaudito Jesse Eisenberg.

 El Guy Gardner de Nathan Fillion parece salido de la Liga de la Justicia de Keith Giffen (sólo falta un Batman que lo tumbe de un puñetazo), mientras Edi Gathegi compone su Mr. Terrific con aplomada precisión realzada por el buen trabajo de los efectos visuales. La Hawckgirl de Isabela Merced se ve más bien genérica, mientras que el Metamorfo de Anthony Carrigan muestra potencial.

También hay espacio para un par de monólogos con fuerza de clásicos: el de Papá Kent sobre las opciones y acciones que marcarán la vida de su hijo, y el de Superman acerca de su propia humanidad, en contraste con su condición de alienígena. Voluntarios o no, es inevitable leer ciertos paralelismos con la realidad actual: en Luthor se podría identificar rasgos de un Elon Musk hipertrófico, y el conflicto entre dos países que atraviesa toda la película se asemeja mucho al que existe entre Rusia y Ucrania.

 En consonancia, el odio anti-extraterrestre de Luthor hacia Superman se corresponde demasiado con la xenofobia actual de las nuevas derechas, después de todo el último hijo de Krypton es un inmigrante. Las CGI proveen la debida espectacularidad, con algunos tramos verdaderamente sorprendentes, como una secuencia en la que se lucen las habilidades de Mr. Terrific y los enfrentamientos aéreos del azuloso. De a ratos las lentes gran angular de las cámaras provocan una deformación de las imágenes algo incómoda y el uso de algunos temas musicales resulta intrusivo.

 La banda de sonido compuesta con aires rockeros por John Murphy y David Fleming reelabora de manera brillante la emblemática composición original de John Williams, aunque se destacaba más en los trailers, y hasta incluye una joyita de los Teddybears con Iggy Pop, “Punkrocker”, en referencia a una divertida discusión entre Louis y Clark acerca del punk versus el pop.

En suma, no es un pájaro, no es un avión, no es el oscuro figurón del Snyderverse, es un Superman que vuela muy alto, dejando una estela que recrea la luminosa alegría de las historietas de la edad de plata, con un saludo reverencial a la obra maestra de Richard Donner de la que este film de James Gunn es un digno heredero.

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