Se quebraron los días en la raíz del adiós
Soy de esas personas que recorre la herida una y otra vez.
Mientras caminaba entre el crujir de las hojas de las moreras —las que rodean esta casa donde ahora habito—, con Elvira Sastre latiéndome en los ojos ( poetisa cuya voz siempre me acompaña) , me crucé con una verdad:
Soy de esas personas que recorre la herida una y otra vez. En cada rasguño siempre encuentro algo nuevo de mí.
Hoy escribo no para curarme, sino para mirar lo que aún vive en el dolor. Porque toda pena bien escrita acaba por echar raíces… y a veces, florece.
Las pérdidas, como las heridas, no siempre son ruidosas. No son catástrofes que ocupan portadas.
Decir adiós —o permitir que el adiós te diga a vos— es un acto de cartografía emocional.
Unx empieza por medir la grieta:
¿cuántos besos de ancho?,
¿cuántas promesas de profundo?
Luego, como costumbre cruel, repasa los bordes del día y descubre cuánto cabe en la ausencia:
La canción que ahora es cuchilla,
El café que pierde sabor si no se nombra a dos voces,
La hora exacta en que el teléfono deja de latir.
Cuando quien amás se marcha, la casa cambia de acento.
Las puertas crujen con otro apellido,
Las paredes repiten tus palabras para no sentirse huérfanas.
Aprendemos entonces la gramática del eco:
Conjugar el verbo extrañar en condicional (“te querría si te quedaras”),
En pretérito (“te quise cuando el otoño sabía a tus manos”)
Y, sobre todo, en futuro imposible (“te querré cuando ya no me duelas”).
La lengua también duele: está llena de rincones donde tu silencio se sienta a respirar.
Aquí el duelo se vuelve íntimo: Escribir listas para nombrar ausencias. Decirle al olvido: aquí hubo algo, aquí quedó un latido.
El duelo no borra: transforma.
La materia no se destruye —dicen—, solo se transforma.
Lo mismo ocurre con el amor:
Al principio sangra —rojo encendido—,luego coagula en tinta y se vuelve relato.
Escribir —me enseñó Sastre— es gobernar el caos con la suavidad de un latido.
En cada palabra que brota de la herida, encontramos una forma de contener lo inabarcable, de darle un lugar a lo irremediable.
Mientras escribía estas líneas las moreras alfombraban de despedidas el suelo, soñando ya con la primavera.
*Simone :Explora la poética del cuerpo a través de la fotografía, la pose, el teatro y la palabra. Es bombera voluntaria y escribe para revistas literarias y editoriales independientes mientras estudia psicología y filosofía. Sus textos giran en torno al erotismo y la identidad. No cree en la monogamia. Nunca aprendió a andar en bicicleta.
Chandeigabriellasimonone33@gmail.com
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